DON Alejo Garza Tamez ,UN GRAN HEROE ! / AUTHENTIC MEXICAN HERO
////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////////Don Alejo Garza Tamez, 77 year old man who defended the spoil, sacrificing his own life Faced with the threat of being stripped of his ranch prepared to defend their property entrenching their sporting rifles. Before the arrival of the criminals opened fire killing 4 and wounding two more, before falling dead.
The criminals had to return empty handed, unable to take the property. Even dead, Don Alejo triumphed. Did what many thought and that few had dared to say or do: take up arms and return fire.
La historia de Don Alejo Garza Tamez, el hombre de 77 años que se defendió del despojo sacrificando su propia vida, ha tocado las fibras más sensibles de una sociedad agraviada por el crimen organizado que ya empieza a contemplar la posibilidad de la resistencia civil.
Ante la amenaza de ser despojado de su rancho preparó la defensa de su propiedad atrincherándose con sus rifles deportivos. Ante la llegada de los criminales abrió fuego dando muerte a 4 de ellos e hiriendo a dos más, antes de caer muerto.
Los criminales tuvieron que regresar con las manos vacías, al no poder hacerse de la propiedad. Aun muerto, Don Alejo triunfó. Hizo lo que muchos pensábamos y que pocos se habían atrevido a decir o hacer: tomar las armas y responder al fuego.La historia comenzó a escribirse la mañana del sábado 13 de noviembre, cuando un grupo de hombres armados y amenazantes fue a darle un ultimátum a don Alejo Garza Tamez, dueño del rancho: tenía 24 horas para entregarles el predio o se atendría a las consecuencias.
Con la diplomacia de sus casi ocho décadas de vida, don Alejo les dijo que no les entregaría su propiedad. Y ahí estaría esperándolos, les dijo con llaneza.
Después del incidente, reunió a sus trabajadores y con tono grave y enérgico les pidió que al día siguiente no se presentaran a trabajar, que lo dejaran solo.
Durante ese sábado se dedicó a hacer un recuento de sus armas y municiones y a preparar la estrategia de defensa de su casa como si fuera un cuartel militar.
Dispuso armas en los flancos más débiles: las puertas y las ventanas del rancho. La noche del sábado 13 fue larga y sin sueño, como en sus mejores épocas de caza, pero amaneció temprano. Poco después de las 4 de la mañana los motores de varias camionetas se oyeron lejos.
Los marinos que exploraron el rancho pudieron imaginar cómo fue aquella madrugada, con gatilleros armados, seguros de la impunidad, seguros de que pronto tendrían en su haber otra propiedad. Nadie, o casi nadie, se resiste a un contingente de pistoleros que portan armas largas. Sólo Don Alejo.
Las camionetas entraron al rancho y se apostaron frente a la finca. Sus ocupantes descendieron, lanzaron una ráfaga al aire y gritaron que venían a tomar posesión del rancho. Esperaban que la gente saliera aterrorizada y con las manos en alto.
Pero las cosas no salieron como esperaban. Don Alejo los recibió a balazos y pronto un ejército entero disparaba contra la vivienda principal de la finca. El ranchero parecía multiplicarse y los minutos debieron parecerles eternos a quienes habían visto en él una presa fácil. Cayeron varios forajidos y los demás, enojados y frustrados, arreciaron el ataque. De las armas largas, los sicarios pasaron a las granadas.
Cuando al fin llegó el silencio, el aire olía a pólvora. Los agujeros en los muros y ventanas de la estructura indicaban la violencia del ataque. Cuando entraron en busca de lo que suponían era un amplio contingente, les sorprendió hallar a uno solo. Don Alejo.
Los sicarios sobrevivientes hicieron un rápido reconocimiento del terreno y optaron por abandonar la plaza. No se apoderaron del rancho, porque pensaron que pronto llegarían los militares y prefirieron huir. Dejaron lo que creyeron eran seis cadáveres, pero dos pistoleros estaban heridos.
Poco después llegaron los infantes de Marina y, poco a poco, pacientemente, reconstruyeron los hechos. Un ranchero, un hombre que amaba su propiedad más que nada en el mundo la defendió literalmente hasta la muerte.
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